"Salud: Vigor activo y confianza en sí mismo; poder de luchar, de amar, y crear, lo cual es el exuberante florecimiento de la vida que se expresa en una única aptitud para la felicidad." Dr. Alberto Carrel.
¿Qué entendemos por enfermedad? Si nos remitimos al origen etimológico veremos que deriva de la palabra latina infirmitas, que significa falta de firmeza.
Históricamente el hombre fue tomando diferentes posturas frente a la enfermedad. El hombre de la Edad Media, por ejemplo, tenía una actitud pasiva e indefensa frente a la misma. Se sentía un mero espectador de lo que consideraba un castigo divino. La causa de la enfermedad, creía él, provenía de una fuente todopoderosa y sobrenatural frente a la cual nada se podía hacer, tan sólo resignarse o esperar el milagro. Evoluciones posteriores siguen manteniendo esta postura de indefensión.
Recién en el siglo XIX, a partir de los descubrimientos de Luis Pasteur, cambia esta actitud. Si las enfermedades infecciosas son producidas por microorganismos llamados virus o bacterias, los mismos no
son sobrenaturales ni todopoderosos y se pueden combatir. El hombre se convierte en espectador activo de su enfermedad: espectador porque cree que el trastorno viene del medio aleatoriamente (el contagio está librado a la oportunidad y al azar) pero activo porque puede luchar contra ello, mediante vacunas y antibióticos. Si bien el descubrimiento de Pasteur ha sido valiosísimo y ha contribuido a salvar innumerables vidas y a mejorar la calidad de la misma, su interpretación dio lugar a dos concepciones erróneas acerca de la salud: primeramente, la de creer que para ser sano hay que luchar contra la enfermedad y no, como sería lo adecuado, promover la salud y en segundo lugar, se crea la pseudo ilusión de que es un estímulo externo (una pastilla, una vacuna) el que produce el bienestar.
Claude Bernard, un fisiólogo contemporáneo de Pasteur, descubrió que en toda enfermedad es tan importante el terreno como los microorganismos.
El hombre ya no sería un espectador, es un co-autor de su enfermedad.
Citando al doctor Gabriel Castellá: "Según la revista mensual de La Recherche francesa, Mundo Científico de diciembre de 1986 (.), nuestro cuerpo está constituido por 10 000 000 000 000 células. (.) La realidad es (según la mencionada revista científica) que albergamos más bacterias que células, exactamente 100 000 000 000 000. Esto representa ¡10 veces más bacterias que células!
Con otras palabras, es como si cada una de nuestras células tuviera que enfrentar a 10 bacterias. Se estima también que , por día ingresan al torrente sanguíneo cien millones de bacterias a través, principalmente,
del intestino. Se estima también que a lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a 150 especies patógenas de bacterias. Ante la magnitud de tales cifras cabe la siguiente pregunta: ¿Cuántas veces tenemos infecciones bacterianas? Muy pocas veces, como promedio se calcula entre 10 y 15 infecciones en toda la vida. ¿Qué nos indican estas cifras? Por lo menos dos cosas: la primera, que las infecciones son una excepción; la
segunda, que si son una excepción no dependen de las bacterias que están siempre presentes. ¿De qué dependen entonces? Nunca hay desarrollo bacteriano sin previo descenso y alteración del sistema inmunológico.
¿Cuándo se produce esta alteración del sistema inmune? Cuando sufrimos distress. ¿Y éste de qué depende? De la actitud con qué nosotros mismos encaramos la vida. Somos responsables de las respuestas que damos frente a las situaciones que nos toca vivir.
La clave estaría, entonces, en cómo reaccionamos frente al medio.
Sabemos que frente al mismo estímulo dos personas pueden dar respuestas hasta opuestas.
Herminio Castellá definió la enfermedad como una respuesta inadecuada de alarma frente a los estímulos que nos tocan vivir. En realidad, desde esta postura, no hablamos de enfermedad, sino de la persona que enferma, ya que no existe "la gripe", existen personas que padecen ciertas dolencias que para su estudio y clasificación se han denominado así. Nos ubicamos, entonces, como protagonistas y no como espectadores de lo que nos ocurre.
Si respondemos al medio con miedos insensatos (frente a peligros que no existen), con rabia (producida por la impotencia que da el miedo), con ansiedad (por no saber esperar que sucedan los acontecimientos a su debido tiempo), con culpa (la aniquilación del ser frente a la conciencia del error cometido), con depresión, etc. se produce un desorden en nosotros y esto ocasiona la enfermedad. Esto no quiere decir que conscientemente queramos enfermar, pero al hacerlo estamos expresando inadecuadamente algo que no podemos resolver.
Detrás del enfermar hay un aprendizaje: enfermamos de lo que hemos aprendido a hacer. Las respuestas que damos frente a los distintos estímulos dependen de lo que aprendimos, de nuestra cultura. Es el hombre el que crea las respuestas, es él el que crea el enfermar. Las bacterias y los virus son la materia a partir de la cual se crea, representan el cómo, pero no el por qué, ya que el hombre no puede crear de la nada. La medicación ayuda, alivia, pero la verdadera curación está en la toma de conciencia, aceptación y comprensión.
El enfermar es siempre una respuesta violenta para destruir lo que se vive como peligroso, es una forma inadecuada de defensa. Si bien causa dolor y malestar, éste es vivido como inferior al que se busca evitar. Hay una alteración de la comunicación, que en la salud debiera ser fluida y buena.
En la enfermedad es muy importante la memoria que está ligada al aspecto afectivo de nuestros aprendizajes. Todo enfermar es un acto de memoria y, en sentido amplio, abarca también nuestra memoria ancestral contenida en el programa de vida. Muchas enfermedades son producidas por aprendizajes potenciados por varias generaciones.
Recapitulando, podríamos decir que el enfermar se aprende y que es una respuesta inconsciente que damos. El conocimiento nos viene de generaciones anteriores; por lo que podríamos decir que hay un
entrenamiento para enfermar ya que se perfeccionan ciertas respuestas. Es una manera de eludir responsabilidades, de empobrecernos como seres humanos, ya que se restringe nuestra libertad.
El enfermar expresa un lenguaje y un código que si bien es particular en cada persona, expresa ciertas características similares que el doctor Castellá sintetizó de esta manera:
Trastornos en el aparato genital: consecuencia de vivir mal la sexualidad y la maternidad.
Trastornos en el aparato urinario: ligados a los anteriores ya que ambos aparatos tienen un origen embrionario común.
Trastornos en al aparato digestivo: relacionados con problemas económicos.
Obesidad: se presenta como mecanismo de defensa contra la hambruna, la tuberculosis, la belleza (cuando ésta se presenta como peligrosa).
Trastornos de piel: relacionados con el miedo al contacto con otros ya que la piel es un órgano de relación.
Problemas odontológicos: generalmente expresan rabia.
Angina: relacionada con el miedo a decir algo, o la culpa por haber dicho algo.
Dolores de espalda: expresan el miedo a la opinión de los otros.
Trastornos en el aparato osteo-artículo-muscular: conllevan una negación a la acción.
Trastornos cardiovasculares: expresan miedo y angustia vital.
Trastornos respiratorios: reflejan una angustia frente al lugar que se ocupa, un sentirse dejado de lado.
Alteraciones en la presión sanguínea: la alta presión señala que puede haber ira acumulada; la baja presión mostraría una necesidad de evadirse.
Desde ya que este listado es relativo, lo importante es ante todo considerar lo personal al analizar una situación.
Cuando hablamos del enfermar como una respuesta inadecuada, surge el interrogante: ¿cuál o cuáles son las respuestas adecuadas? Aquellas que están en armonía con nosotros mismos y el medio. Para ampliar esto sugiero la lectura de 20 formas sanas de responder al insulto, Enfoques para una vida más sana y El hombre mediocre, elevado y superior, todos ellos escritos por Gabriel Castellá.
La enfermedad y la relación madre-hijo:
Relacionando todo lo expresado hasta aquí con el concepto central de la teoría de Herminio Castellá, el de programa de vida, el mismo doctor realizó sus primeros descubrimientos a partir del tratamiento del enfermar en el niño, y pudo afirmar que cuando éste enferma, lo hace como canal de comunicación de la madre, expresándose ella a través de él. Esto es posible a partir de la fuerte relación telepática entra ambos. El hecho de que, frente a una problemática de la madre, se enferme un determinado hijo y no otro (o ella misma) se debe a que la problemática está estrechamente relacionada con el programa de vida de ese hijo.
¿Qué entendemos por enfermedad? Si nos remitimos al origen etimológico veremos que deriva de la palabra latina infirmitas, que significa falta de firmeza.
Históricamente el hombre fue tomando diferentes posturas frente a la enfermedad. El hombre de la Edad Media, por ejemplo, tenía una actitud pasiva e indefensa frente a la misma. Se sentía un mero espectador de lo que consideraba un castigo divino. La causa de la enfermedad, creía él, provenía de una fuente todopoderosa y sobrenatural frente a la cual nada se podía hacer, tan sólo resignarse o esperar el milagro. Evoluciones posteriores siguen manteniendo esta postura de indefensión.
Recién en el siglo XIX, a partir de los descubrimientos de Luis Pasteur, cambia esta actitud. Si las enfermedades infecciosas son producidas por microorganismos llamados virus o bacterias, los mismos no
son sobrenaturales ni todopoderosos y se pueden combatir. El hombre se convierte en espectador activo de su enfermedad: espectador porque cree que el trastorno viene del medio aleatoriamente (el contagio está librado a la oportunidad y al azar) pero activo porque puede luchar contra ello, mediante vacunas y antibióticos. Si bien el descubrimiento de Pasteur ha sido valiosísimo y ha contribuido a salvar innumerables vidas y a mejorar la calidad de la misma, su interpretación dio lugar a dos concepciones erróneas acerca de la salud: primeramente, la de creer que para ser sano hay que luchar contra la enfermedad y no, como sería lo adecuado, promover la salud y en segundo lugar, se crea la pseudo ilusión de que es un estímulo externo (una pastilla, una vacuna) el que produce el bienestar.
Claude Bernard, un fisiólogo contemporáneo de Pasteur, descubrió que en toda enfermedad es tan importante el terreno como los microorganismos.
El hombre ya no sería un espectador, es un co-autor de su enfermedad.
Citando al doctor Gabriel Castellá: "Según la revista mensual de La Recherche francesa, Mundo Científico de diciembre de 1986 (.), nuestro cuerpo está constituido por 10 000 000 000 000 células. (.) La realidad es (según la mencionada revista científica) que albergamos más bacterias que células, exactamente 100 000 000 000 000. Esto representa ¡10 veces más bacterias que células!
Con otras palabras, es como si cada una de nuestras células tuviera que enfrentar a 10 bacterias. Se estima también que , por día ingresan al torrente sanguíneo cien millones de bacterias a través, principalmente,
del intestino. Se estima también que a lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a 150 especies patógenas de bacterias. Ante la magnitud de tales cifras cabe la siguiente pregunta: ¿Cuántas veces tenemos infecciones bacterianas? Muy pocas veces, como promedio se calcula entre 10 y 15 infecciones en toda la vida. ¿Qué nos indican estas cifras? Por lo menos dos cosas: la primera, que las infecciones son una excepción; la
segunda, que si son una excepción no dependen de las bacterias que están siempre presentes. ¿De qué dependen entonces? Nunca hay desarrollo bacteriano sin previo descenso y alteración del sistema inmunológico.
¿Cuándo se produce esta alteración del sistema inmune? Cuando sufrimos distress. ¿Y éste de qué depende? De la actitud con qué nosotros mismos encaramos la vida. Somos responsables de las respuestas que damos frente a las situaciones que nos toca vivir.
La clave estaría, entonces, en cómo reaccionamos frente al medio.
Sabemos que frente al mismo estímulo dos personas pueden dar respuestas hasta opuestas.
Herminio Castellá definió la enfermedad como una respuesta inadecuada de alarma frente a los estímulos que nos tocan vivir. En realidad, desde esta postura, no hablamos de enfermedad, sino de la persona que enferma, ya que no existe "la gripe", existen personas que padecen ciertas dolencias que para su estudio y clasificación se han denominado así. Nos ubicamos, entonces, como protagonistas y no como espectadores de lo que nos ocurre.
Si respondemos al medio con miedos insensatos (frente a peligros que no existen), con rabia (producida por la impotencia que da el miedo), con ansiedad (por no saber esperar que sucedan los acontecimientos a su debido tiempo), con culpa (la aniquilación del ser frente a la conciencia del error cometido), con depresión, etc. se produce un desorden en nosotros y esto ocasiona la enfermedad. Esto no quiere decir que conscientemente queramos enfermar, pero al hacerlo estamos expresando inadecuadamente algo que no podemos resolver.
Detrás del enfermar hay un aprendizaje: enfermamos de lo que hemos aprendido a hacer. Las respuestas que damos frente a los distintos estímulos dependen de lo que aprendimos, de nuestra cultura. Es el hombre el que crea las respuestas, es él el que crea el enfermar. Las bacterias y los virus son la materia a partir de la cual se crea, representan el cómo, pero no el por qué, ya que el hombre no puede crear de la nada. La medicación ayuda, alivia, pero la verdadera curación está en la toma de conciencia, aceptación y comprensión.
El enfermar es siempre una respuesta violenta para destruir lo que se vive como peligroso, es una forma inadecuada de defensa. Si bien causa dolor y malestar, éste es vivido como inferior al que se busca evitar. Hay una alteración de la comunicación, que en la salud debiera ser fluida y buena.
En la enfermedad es muy importante la memoria que está ligada al aspecto afectivo de nuestros aprendizajes. Todo enfermar es un acto de memoria y, en sentido amplio, abarca también nuestra memoria ancestral contenida en el programa de vida. Muchas enfermedades son producidas por aprendizajes potenciados por varias generaciones.
Recapitulando, podríamos decir que el enfermar se aprende y que es una respuesta inconsciente que damos. El conocimiento nos viene de generaciones anteriores; por lo que podríamos decir que hay un
entrenamiento para enfermar ya que se perfeccionan ciertas respuestas. Es una manera de eludir responsabilidades, de empobrecernos como seres humanos, ya que se restringe nuestra libertad.
El enfermar expresa un lenguaje y un código que si bien es particular en cada persona, expresa ciertas características similares que el doctor Castellá sintetizó de esta manera:
Trastornos en el aparato genital: consecuencia de vivir mal la sexualidad y la maternidad.
Trastornos en el aparato urinario: ligados a los anteriores ya que ambos aparatos tienen un origen embrionario común.
Trastornos en al aparato digestivo: relacionados con problemas económicos.
Obesidad: se presenta como mecanismo de defensa contra la hambruna, la tuberculosis, la belleza (cuando ésta se presenta como peligrosa).
Trastornos de piel: relacionados con el miedo al contacto con otros ya que la piel es un órgano de relación.
Problemas odontológicos: generalmente expresan rabia.
Angina: relacionada con el miedo a decir algo, o la culpa por haber dicho algo.
Dolores de espalda: expresan el miedo a la opinión de los otros.
Trastornos en el aparato osteo-artículo-muscular: conllevan una negación a la acción.
Trastornos cardiovasculares: expresan miedo y angustia vital.
Trastornos respiratorios: reflejan una angustia frente al lugar que se ocupa, un sentirse dejado de lado.
Alteraciones en la presión sanguínea: la alta presión señala que puede haber ira acumulada; la baja presión mostraría una necesidad de evadirse.
Desde ya que este listado es relativo, lo importante es ante todo considerar lo personal al analizar una situación.
Cuando hablamos del enfermar como una respuesta inadecuada, surge el interrogante: ¿cuál o cuáles son las respuestas adecuadas? Aquellas que están en armonía con nosotros mismos y el medio. Para ampliar esto sugiero la lectura de 20 formas sanas de responder al insulto, Enfoques para una vida más sana y El hombre mediocre, elevado y superior, todos ellos escritos por Gabriel Castellá.
La enfermedad y la relación madre-hijo:
Relacionando todo lo expresado hasta aquí con el concepto central de la teoría de Herminio Castellá, el de programa de vida, el mismo doctor realizó sus primeros descubrimientos a partir del tratamiento del enfermar en el niño, y pudo afirmar que cuando éste enferma, lo hace como canal de comunicación de la madre, expresándose ella a través de él. Esto es posible a partir de la fuerte relación telepática entra ambos. El hecho de que, frente a una problemática de la madre, se enferme un determinado hijo y no otro (o ella misma) se debe a que la problemática está estrechamente relacionada con el programa de vida de ese hijo.
Síntesis realizada a partir de conferencias dictadas por los doctores
Gabriel y Herminio Castellá
Gabriel y Herminio Castellá
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